En un momento en que las apuestas se dirigen a un turismo sostenible y de calidad, hacia ‘refugios’ que preserven la identidad del lugar al que pertenecen, Son Bunyola, en la Serra de Tramuntana, se alza como un enclave perfecto para practicar el turismo consciente.
D.R.Suite de Son ßunyola con vistas a la piscina.
En este rincón de Mallorca la privacidad está asegurada, al igual que el contacto con la naturaleza o la garantía de alojarte en un edificio privilegiado (con vista a la sierra y al mar) donde te tratarán de manera inmejorable. Obviamente, pasar unos días en el paraíso tiene su precio –recuerda: es un hotel de lujo– pero hay muchas razones para darte el capricho y pagarlo con gusto.
Un sueño hecho realidad
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Son Bunyola nació como sueño de Richard Branson, propietario de la cadena Virgin Limited Edition. Fue él quien se enamoró del lugar y compró los terrenos a finales de los 90 para venderlos de nuevo en 2002 debido a todas las trabas con las que se encontró a la hora de levantar su proyecto. Pero no se olvidó de aquel propósito: en 2015 recompró lo que había vendido y acometió la reforma de una propiedad que hoy es uno de los cinco estrellas más privilegiados de la(s) isla(s).
El edificio que alberga el corazón del hotel tiene en torno a las 30 habitaciones, todas nominadas con nombres de flora y fauna de la isla y todas con un ‘algo especial’. Quizás sea el encanto de lo rústico, la distribución, las vistas, el aroma, los textiles…. El caso es que en su decoración se intentaron preservar detalles de la construcción original.
Hay muebles recuperados de anticuarios, artesanía isleña e, insistimos, una fragancia muy característica elaborada en la propia isla. Mención aparte merece la estancia situada en la torre (se llama así, de hecho), una atalaya reconvertida en triplex con solarium privado. Ah, y la dirección no deja escapar ningún detalle: el contenido del mueble bar es de cortesía, perfuman las sábanas con lavanda de la finca o, en lugar de las habituales zapatillas, te encontrarás unas espadrilles tradicionales que te podrás llevar a casa como recuerdo de tu estancia.
Sin tiempo para el aburrimiento
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El hotel dispone también de una enorme terraza con vistas al mar (la playa más cercana es de piedras, lo que la convierte en muy poco transitada e ideal, por ejemplo, para practicar snorkel y/o buceo), una piscina climatizada, un spa, un pequeño gimnasio localizado en una caseta aledaña o lugares habilitados para la práctica de yoga y rutinas al aire libre. Y, algo que imaginamos marca de la casa, varios ajedreces repartidos por distintas salas así como mesas de ping-pong y billar.
Son Bunyola también ofrece a sus huéspedes la posibilidad de hacer rutas en bicicleta o a pie. Porque ese es otro de sus encantos, tirar millas y acercarte a lugares próximos como el pueblo de Banyalbujar o Port des Canonge (incluso recorrer las distancia entre ambos lugares) localidad esta última sobre todo vacacional pero donde puedes degustar una buena paella. Por cierto, el hotel te proporciona una botella rellenable, toallas y cesta para tus excursiones; todo un detalle.
Gastronomía
D.R.Sala del restaurante Sa Terrassa.
Y ya que hablamos de comer, en Son Bunyola hay que prestar especial atención a la oferta gastronómica. El hotel cuenta con dos restaurantes de grandísimo nivel llamados Sa Terrassa y Sa Tafona y abiertos a todos quienes quieran trasladarse hasta la Tramuntana para darse un homenaje culinario.
El primero de ellos ocupa lo que antaño fue una capilla y es el que da a la inmensa terraza con vistas. En los fogones, la chef Brenda Lisiotti, impecable en la preparación y empeñada –con gran acierto– en revisionar la cocina tradicional mallorquina con toques modernos y productos de cercanía. Mención aparte a los platos de carne y pescado, con un punto de cocción absolutamente perfecto. Y ojo a lo que viene, porque en los terrenos se han plantado viñedos de Malvasía con el objetivo de llegar a producir un vino propio que seguro que nos sorprenderá.
En el restaurante hermano, Sa Tafona, una antigua almenara donde todavía se preservan piezas de lo que un día fue, se sirven hasta dos menús degustación con o sin maridaje. Te adelantamos que lo ideal es probarlos ‘con’ para catar vinos de producción mallorquina que, de otra forma, es muy posible que no probarías nunca. Los menús son muy completos, extremadamente cuidados y elaborados con productos de temporada.
D.R.Restaurante Sa Tafona en Son Bunyola.
Pero además, Son Bunyola incluye en su magnífico porfolio habitacional hasta tres villas distribuidas por la propiedad. Todas diseñadas conforme al estilo mallorquín (por dentro y por fuera) y todas con piscina privada climatizada. La más próxima al hotel, Sa Punta de S’Aguila reúne un espacio de más de 600 metros cuadrados en el que se distribuyen varios salones, cocina, comedor y cinco habitaciones con sus respectivos baños privados. Dispone también de terraza al aire libre con vistas al mar y a la montaña o un comedor, también exterior aledaño a una barbacoa y horno de leña.
Todas las villas cuentan con los mismos servicios que el edificio principal (el traslado dentro de la finca se realiza en buggies cuando es necesario) y pueden pedir servicio de desayuno o incluso chef privado si así lo desean (viginlimitededition.com; @sonbunyola).